martes, 22 de noviembre de 2011


El suelo en la ciudad moderna[1]

      

"Walter Benjamin nos recuerda que el asfalto se utilizó en primer lugar para las aceras. Por tanto, su aparición en las ciudades europeas y americanas en la década de 1820 estuvo vinculada originalmente a los peatones. Desde entonces, esta mezcla de alquitrán con materiales inertes como arena o piedra molida se ha convertido en la de uso más extendido. En la actualidad, la mayor parte de la superficie de las ciudades está cubierta de asfalto. Este material corriente y olvidado caracteriza el ámbito urbano en el mundo occidental, ya nos refiramos a ciudades tradicionales o a las nuevas configuraciones tipo pos-metrópolis, cosmópolis, ciudad orilla o paisaje medio. El asfalto es la superficie por la que caminamos cada día, pero apenas le prestamos atención: curiosamente, el asfalto desempeña un papel menos importante en nuestra experiencia real del ámbito urbano de lo que está presente como elemento de nuestro imaginario urbano (…) Ya a mediados del siglo XVIII se propuso sustituir el pavimento adoquinado de las ciudades por losas de piedra, creando una superficie lisa que sería más fácil mantener limpia. Un siglo más tarde, este objetivo encontraría su material ideal en el asfalto, que proporcionaba una superficie uniforme y continua, impermeable y fácil de reparar y limpiar. Además, las propiedades del material sugerían que realmente sería posible sellar el suelo, protegiendo en teoría completamente la ciudad de cualquier emisión potencial que surgiera del subsuelo, ya fuera gas o agua (…) A pesar de que durante el siglo pasado se le dio mucho valor, el asfalto se asocia ahora con la presencia del automóvil en lugar del peatón. En consecuencia, la lucha contra los efectos nocivos y dominantes del tráfico se ha convertido en una lucha contra el asfalto. Gordon Cullen proponía, ya en 1961, utilizar formas tradicionales de pavimento en lugar de asfalto, en la actualidad se propone utilizar adoquines o pavimentos de piedra o ladrillo como medio para indicar al automóvil que está fuera de lugar. El asfalto se presenta como el enemigo que se debe combatir para que las carreteras y caminos pavimentados recobren la diversidad de carácter que se perdió por la cobertura indiscriminada de las superficies urbanas. Aun así, resulta difícil renunciar a un material con tantas ventajas y, al mismo tiempo, tan barato. Hoy en día en preciso disimular el asfalto para que pueda sobrevivir en la ciudad histórica. (…) En 1928 Cornelis van Eesteren captó intuitivamente el alcance del poder del asfalto para cambiar el carácter de la ciudad y de la vida urbana cuando señaló la diferencia entre el carácter y el impacto del asfalto, por un lado, y el pavimento de piedra, por otro. El asfalto tuvo las mismas consecuencias revolucionarias para el entorno urbano que para la arquitectura moderna tuvieron el hierro, el hormigón armado y el vidrio (…) Algunas de las razones del éxito del asfalto son evidentes y visibles. En las primeras décadas del siglo XX, uno de los principales problemas que padecía Nueva York, al igual que Londres, Milán y Paris, era el estado de las carreteras, que en muchos casos seguían sin pavimentar, o sólo con macadán, y, por tanto, eran polvorientas o se embarraban. El polvo era un factor tan constante en la vida cotidiana que fomentó el desarrollo de complementos de vestir especiales, como velos, sombreros, antifaces y salvazapatos diseñados para proteger a peatones y conductores (…) No obstante, el asfalto no sólo resolvió los problemas de barro, el polvo y la higiene, sino que también disminuyó considerablemente el ruido que hacían los carros, carretas y caballos que transitaban sobre el pavimento de piedra y, al mismo tiempo, introdujo en la ciudad moderna una superficie ininterrumpida; se trataba de una superficie continua que facilitaba el trazado de señalización vial dirigida principalmente a la regulación del tráfico (…) En el siglo XIX, la función de las calles en términos de comunicación era un tanto limitada; quizás era más importante su función como espacio social que utilizaba una variedad de grupos. La calle era un lugar para que jugaran los niños y para actividades de tipo comercial, político o incluso económico (…) En definitiva, el triunfo del asfalto nos dejó una ciudad menos ruidosa, más limpia, más libre de polvo y barro, y mejor preparada para el tráfico incluso antes de la llegada del automóvil. Y aun así, víctima de su propio éxito, el asfalto perdió su original connotación positiva tras la II Guerra Mundial, cuando se convirtió en aliado del automóvil y se empezó a considerar como el enemigo de la vida urbana "de verdad" (…) El movimiento por la "despavimentación", espacialmente activo ahora en California, denuncia el exceso de superficie reservada al tráfico de vehículos en las ciudades actuales y propone recuperarlas para otros usos como jardines públicos, espacios infantiles y parques, a través de operaciones de despavimentación seleccionadas que prevean la eliminación de superficies de asfalto u hormigón...       
  

Siete puntos para seguir pensando:
 

01 Al usar el asfalto indiscriminadamente dentro de todas las ciudades modernas de una misma forma, ¿no se estará perdiendo la oportunidad de utilizar los materiales vernáculos que posee cada lugar?

02 La terminación lisa y continúa del asfalto permite a los vehículos que se deslicen a mayor velocidad que en un piso con textura y relieve determinado.

03 Es posible disminuir las velocidades de los automóviles en las ciudades sin grandes costos infraestructurales ni reglamentaciones viales especiales, tan sólo con la elección de un correcto material que demarque las limitaciones de las maquinas modernas se puede mejorar la relación de la calle con el peatón.               

04 Si el asfalto hoy en día es un material global, tal como sostiene Zardini en su nota, su uso masivo estaría contribuyendo enormemente a que las ciudades se parezcan cada vez más en detrimento de acentuar ciertas identidades urbanas locales.

05 Para que la calle vuelva a ser más diversa para la concepción de la gente que la habita, deben replantearse seriamente tanto sus modos de construcción y utilización de los materiales que la componen, como en la diferenciación de sus niveles dentro de la ciudad. Los diez o quince centímetros de cordón que separan la vía vehicular de la vereda provocan muchas veces una barrera física al transeúnte priorizando al transporte vehicular entre todos los actores urbanos.

06 El arquitecto-urbanista Jaime Lerner, ex alcalde de Curitiba, sostiene enfáticamente que los "conductos" de velocidades dentro de la ciudad nunca deben interferirse entre sí para que la ciudad funcione adecuadamente. El ruido urbano puede eliminarse manteniendo enérgicamente este concepto, tal como sucedió en Curitiba en la década de finales de 1970.    

07 Por último, si el asfalto tal como lo conocemos proviene de compuestos derivados del petróleo ¿Qué pasará cuando este recurso no renovable deje de existir? ¿Volveremos a poseer ciudades con polvo y barro al no poder mantener la calidad de sus calles? ¿Influirá la ansiada aparición del auto eléctrico en repensar la calle? Es momento de que nos replantemos ciertas actividades que fueron impuestas posteriores a la Revolución Industrial y que hoy en día deberían dejarse de lado.













[1] Extracto del artículo de Mirko Zardini "El suelo en la ciudad moderna y el predominio del asfalto" pag. 211-19. En el libro "Naturaleza y Artificio" de Iñaki Ábalos, 2009

lunes, 7 de noviembre de 2011


La "cajita feliz"   


Se propone encontrar alternativas que lleven a la reflexión para el momento de diseñar y planificar los lugares que acrecentarían el concepto de anti-ciudad o "no lugar"[1], como lo pueden ser las autopistas, los centros comerciales, aeropuertos etc. Además se pretende inducir a la búsqueda de varios ejemplos proyectuales que aporten ideas para resolver ciertos problemas comunes dentro de las ciudades actuales. En el caso de los grandes espacios cerrados dentro de la ciudad, como lo son la mayoría de los nuevos centros comerciales, deberían a simple vista poseer menos superficie cerrada, más superficie abierta y mayor conexión con la ciudad, independientemente de las situaciones climáticas en las que se sitúan dicho emprendimientos. Esta reflexión es aún más importante en aquellas ciudades como las mediterráneas que disfrutan de un excelente clima todo el año. Es por eso que un esplendido diseño para un centro comercial no garantiza un buen espacio urbano. Con ello, la "caja cerrada" de "x" cantidad de pisos como se puede ver en tantas tiendas de ciudades europeas, como por ejemplo el "Corte Inglés", las galerías "Lafayette", la "Fnac" o los mismísimos shoppings americanos, conviene principalmente a determinados lugares con climas muy fríos e incómodos a la hora de habitar la calle (países nórdicos o países ubicados en los extremos del globo terráqueo). No son de ningún modo adecuados para el caso de ciudades públicas como las europeas o las mediterráneas. Es por ello que me pregunto si se pueden seguir planificando sistemáticamente sin pensar más y más de estos "no lugares" dentro de las ciudades en cuestión.


El principal problema de estos grandes centros cerrados es que en ellos se pierde la noción del "espacio" y del "tiempo", olvidándonos además del sitio concreto en el cual nos ubicamos en la ciudad. Es algo que el siglo XXI tiene muy presente y es debido al sentido de rapidez del momento actual, causado especialmente por el desarrollo de nuevas velocidades de transporte, como también de la tecnología de los medios de comunicación. Por eso nos estamos convirtiendo en "presa fácil" del apuro por consumir y por movernos más deprisa dentro de la ciudad, viviendo casi exclusivamente en estado de locura globalizada e imposibilitando el disfrute de "encuentro" en la ciudad pública abierta. Estamos todo el tiempo buscando la manera de consumir más rápido y todo en un mismo lugar. De ahí proviene el éxito de los grandes centros comerciales, impuestos en gran medida como "moda necesaria" por las grandes corporaciones. La "cajita feliz" vendría a hacer referencia al nombre que Mc Donald's dio a cierto producto que consumen los niños, donde en una cajita de cartón se encuentran horrendos e inútiles juguetes, dejando de lado lo importante que es el alimento concreto. Algo parecido ocurre con los centros comerciales, donde el producto en sí pierde importancia. Somos engañados por esa maciza caja oscura en la cual compramos porquerías sólo por el hecho del placer de consumir.


Es por ello que quiero compartir el reciente proyecto para la antigua estación de tren de Tel Aviv-Yafo, creyendo que se ha realizado una acertada intervención urbana independientemente de la cuestión política o económica del proyecto. Pues, con ello me refiero particularmente a la cuestión espacial que es al fin y al cabo lo que nos aqueja. Quisiera antes empezar citando dos brillantes ejemplos del siglo XIX que efectivamente son un espacio público completamente techado, pero simplemente no poseen puertas cerradas sino arcadas totalmente abiertas a la ciudad. Estos ejemplos son la famosa Galleria Vittorio Emanuele II, en Milán y la Galleria Umberto I, en Nápoles. Cabe decir que estas galerías fueron la antesala para el futuro desarrollo de los centros de consumo del siglo XX. A diferencia de los espacios actuales, la sensación espacial dentro de las galerías es completamente distinta a lo que sucede en el típico centro comercial que se encuentra herméticamente cerrado. Es posible pensar que sea producido por el contacto con el aire exterior, la luz natural, y hasta el ruido de sus calles lindantes que penetran en el lugar, otorgándole más vida social.




Volviendo ahora al proyecto concreto para la antigua estación en la costa de Tel Aviv, se ha planificado un proyecto de usos mixtos en el cual se generó tanto la parte comercial, típicamente de consumo, como también una parte cultural por medio de un museo dedicado a la historia de la estación. Ofrece en su mayoría espacios al aire libre y permite con ello un mayor disfrute de la luz del sol, del color azul del mediterráneo y de los diferentes colores del cielo. En definitiva se diseñó reutilizando los antiguos contenedores de las actividades ferroviarias para generar locales gastronómicos, como restaurantes y bares y con escasa cantidad de negocios de otro tipo. Estoy sumamente convencido de que ese espacio se vive como un lugar al mejor estilo de los estudios MGM de Disney (cartón escenográfico). Sin embargo, como hecho positivo a resaltar, aquel espacio específico posibilita que las dos variables en cuestión "espacio-tiempo" terminen siendo visibles y vivibles por la vista del consumidor, como del simple ciudadano que transita por el sitio.



Autor, Arquitecto Bryk Uriel                          



[1] Término acuñado por Marc Augé en, "Los no lugares, espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad".
[2] La antigua estación de tren de Tel Aviv-Yafo (primera y última imagen) que unía la costa litoral del mediterráneo con la capital Jerusalén desde la época del Imperio Otomano hasta el período del mandato británico. 
[3] Imagen de la Galería Vittorio Emanuelle (segunda imagen) por el acceso principal desde la Piazza di Duomo.