martes, 22 de noviembre de 2011


El suelo en la ciudad moderna[1]

      

"Walter Benjamin nos recuerda que el asfalto se utilizó en primer lugar para las aceras. Por tanto, su aparición en las ciudades europeas y americanas en la década de 1820 estuvo vinculada originalmente a los peatones. Desde entonces, esta mezcla de alquitrán con materiales inertes como arena o piedra molida se ha convertido en la de uso más extendido. En la actualidad, la mayor parte de la superficie de las ciudades está cubierta de asfalto. Este material corriente y olvidado caracteriza el ámbito urbano en el mundo occidental, ya nos refiramos a ciudades tradicionales o a las nuevas configuraciones tipo pos-metrópolis, cosmópolis, ciudad orilla o paisaje medio. El asfalto es la superficie por la que caminamos cada día, pero apenas le prestamos atención: curiosamente, el asfalto desempeña un papel menos importante en nuestra experiencia real del ámbito urbano de lo que está presente como elemento de nuestro imaginario urbano (…) Ya a mediados del siglo XVIII se propuso sustituir el pavimento adoquinado de las ciudades por losas de piedra, creando una superficie lisa que sería más fácil mantener limpia. Un siglo más tarde, este objetivo encontraría su material ideal en el asfalto, que proporcionaba una superficie uniforme y continua, impermeable y fácil de reparar y limpiar. Además, las propiedades del material sugerían que realmente sería posible sellar el suelo, protegiendo en teoría completamente la ciudad de cualquier emisión potencial que surgiera del subsuelo, ya fuera gas o agua (…) A pesar de que durante el siglo pasado se le dio mucho valor, el asfalto se asocia ahora con la presencia del automóvil en lugar del peatón. En consecuencia, la lucha contra los efectos nocivos y dominantes del tráfico se ha convertido en una lucha contra el asfalto. Gordon Cullen proponía, ya en 1961, utilizar formas tradicionales de pavimento en lugar de asfalto, en la actualidad se propone utilizar adoquines o pavimentos de piedra o ladrillo como medio para indicar al automóvil que está fuera de lugar. El asfalto se presenta como el enemigo que se debe combatir para que las carreteras y caminos pavimentados recobren la diversidad de carácter que se perdió por la cobertura indiscriminada de las superficies urbanas. Aun así, resulta difícil renunciar a un material con tantas ventajas y, al mismo tiempo, tan barato. Hoy en día en preciso disimular el asfalto para que pueda sobrevivir en la ciudad histórica. (…) En 1928 Cornelis van Eesteren captó intuitivamente el alcance del poder del asfalto para cambiar el carácter de la ciudad y de la vida urbana cuando señaló la diferencia entre el carácter y el impacto del asfalto, por un lado, y el pavimento de piedra, por otro. El asfalto tuvo las mismas consecuencias revolucionarias para el entorno urbano que para la arquitectura moderna tuvieron el hierro, el hormigón armado y el vidrio (…) Algunas de las razones del éxito del asfalto son evidentes y visibles. En las primeras décadas del siglo XX, uno de los principales problemas que padecía Nueva York, al igual que Londres, Milán y Paris, era el estado de las carreteras, que en muchos casos seguían sin pavimentar, o sólo con macadán, y, por tanto, eran polvorientas o se embarraban. El polvo era un factor tan constante en la vida cotidiana que fomentó el desarrollo de complementos de vestir especiales, como velos, sombreros, antifaces y salvazapatos diseñados para proteger a peatones y conductores (…) No obstante, el asfalto no sólo resolvió los problemas de barro, el polvo y la higiene, sino que también disminuyó considerablemente el ruido que hacían los carros, carretas y caballos que transitaban sobre el pavimento de piedra y, al mismo tiempo, introdujo en la ciudad moderna una superficie ininterrumpida; se trataba de una superficie continua que facilitaba el trazado de señalización vial dirigida principalmente a la regulación del tráfico (…) En el siglo XIX, la función de las calles en términos de comunicación era un tanto limitada; quizás era más importante su función como espacio social que utilizaba una variedad de grupos. La calle era un lugar para que jugaran los niños y para actividades de tipo comercial, político o incluso económico (…) En definitiva, el triunfo del asfalto nos dejó una ciudad menos ruidosa, más limpia, más libre de polvo y barro, y mejor preparada para el tráfico incluso antes de la llegada del automóvil. Y aun así, víctima de su propio éxito, el asfalto perdió su original connotación positiva tras la II Guerra Mundial, cuando se convirtió en aliado del automóvil y se empezó a considerar como el enemigo de la vida urbana "de verdad" (…) El movimiento por la "despavimentación", espacialmente activo ahora en California, denuncia el exceso de superficie reservada al tráfico de vehículos en las ciudades actuales y propone recuperarlas para otros usos como jardines públicos, espacios infantiles y parques, a través de operaciones de despavimentación seleccionadas que prevean la eliminación de superficies de asfalto u hormigón...       
  

Siete puntos para seguir pensando:
 

01 Al usar el asfalto indiscriminadamente dentro de todas las ciudades modernas de una misma forma, ¿no se estará perdiendo la oportunidad de utilizar los materiales vernáculos que posee cada lugar?

02 La terminación lisa y continúa del asfalto permite a los vehículos que se deslicen a mayor velocidad que en un piso con textura y relieve determinado.

03 Es posible disminuir las velocidades de los automóviles en las ciudades sin grandes costos infraestructurales ni reglamentaciones viales especiales, tan sólo con la elección de un correcto material que demarque las limitaciones de las maquinas modernas se puede mejorar la relación de la calle con el peatón.               

04 Si el asfalto hoy en día es un material global, tal como sostiene Zardini en su nota, su uso masivo estaría contribuyendo enormemente a que las ciudades se parezcan cada vez más en detrimento de acentuar ciertas identidades urbanas locales.

05 Para que la calle vuelva a ser más diversa para la concepción de la gente que la habita, deben replantearse seriamente tanto sus modos de construcción y utilización de los materiales que la componen, como en la diferenciación de sus niveles dentro de la ciudad. Los diez o quince centímetros de cordón que separan la vía vehicular de la vereda provocan muchas veces una barrera física al transeúnte priorizando al transporte vehicular entre todos los actores urbanos.

06 El arquitecto-urbanista Jaime Lerner, ex alcalde de Curitiba, sostiene enfáticamente que los "conductos" de velocidades dentro de la ciudad nunca deben interferirse entre sí para que la ciudad funcione adecuadamente. El ruido urbano puede eliminarse manteniendo enérgicamente este concepto, tal como sucedió en Curitiba en la década de finales de 1970.    

07 Por último, si el asfalto tal como lo conocemos proviene de compuestos derivados del petróleo ¿Qué pasará cuando este recurso no renovable deje de existir? ¿Volveremos a poseer ciudades con polvo y barro al no poder mantener la calidad de sus calles? ¿Influirá la ansiada aparición del auto eléctrico en repensar la calle? Es momento de que nos replantemos ciertas actividades que fueron impuestas posteriores a la Revolución Industrial y que hoy en día deberían dejarse de lado.













[1] Extracto del artículo de Mirko Zardini "El suelo en la ciudad moderna y el predominio del asfalto" pag. 211-19. En el libro "Naturaleza y Artificio" de Iñaki Ábalos, 2009

lunes, 7 de noviembre de 2011


La "cajita feliz"   


Se propone encontrar alternativas que lleven a la reflexión para el momento de diseñar y planificar los lugares que acrecentarían el concepto de anti-ciudad o "no lugar"[1], como lo pueden ser las autopistas, los centros comerciales, aeropuertos etc. Además se pretende inducir a la búsqueda de varios ejemplos proyectuales que aporten ideas para resolver ciertos problemas comunes dentro de las ciudades actuales. En el caso de los grandes espacios cerrados dentro de la ciudad, como lo son la mayoría de los nuevos centros comerciales, deberían a simple vista poseer menos superficie cerrada, más superficie abierta y mayor conexión con la ciudad, independientemente de las situaciones climáticas en las que se sitúan dicho emprendimientos. Esta reflexión es aún más importante en aquellas ciudades como las mediterráneas que disfrutan de un excelente clima todo el año. Es por eso que un esplendido diseño para un centro comercial no garantiza un buen espacio urbano. Con ello, la "caja cerrada" de "x" cantidad de pisos como se puede ver en tantas tiendas de ciudades europeas, como por ejemplo el "Corte Inglés", las galerías "Lafayette", la "Fnac" o los mismísimos shoppings americanos, conviene principalmente a determinados lugares con climas muy fríos e incómodos a la hora de habitar la calle (países nórdicos o países ubicados en los extremos del globo terráqueo). No son de ningún modo adecuados para el caso de ciudades públicas como las europeas o las mediterráneas. Es por ello que me pregunto si se pueden seguir planificando sistemáticamente sin pensar más y más de estos "no lugares" dentro de las ciudades en cuestión.


El principal problema de estos grandes centros cerrados es que en ellos se pierde la noción del "espacio" y del "tiempo", olvidándonos además del sitio concreto en el cual nos ubicamos en la ciudad. Es algo que el siglo XXI tiene muy presente y es debido al sentido de rapidez del momento actual, causado especialmente por el desarrollo de nuevas velocidades de transporte, como también de la tecnología de los medios de comunicación. Por eso nos estamos convirtiendo en "presa fácil" del apuro por consumir y por movernos más deprisa dentro de la ciudad, viviendo casi exclusivamente en estado de locura globalizada e imposibilitando el disfrute de "encuentro" en la ciudad pública abierta. Estamos todo el tiempo buscando la manera de consumir más rápido y todo en un mismo lugar. De ahí proviene el éxito de los grandes centros comerciales, impuestos en gran medida como "moda necesaria" por las grandes corporaciones. La "cajita feliz" vendría a hacer referencia al nombre que Mc Donald's dio a cierto producto que consumen los niños, donde en una cajita de cartón se encuentran horrendos e inútiles juguetes, dejando de lado lo importante que es el alimento concreto. Algo parecido ocurre con los centros comerciales, donde el producto en sí pierde importancia. Somos engañados por esa maciza caja oscura en la cual compramos porquerías sólo por el hecho del placer de consumir.


Es por ello que quiero compartir el reciente proyecto para la antigua estación de tren de Tel Aviv-Yafo, creyendo que se ha realizado una acertada intervención urbana independientemente de la cuestión política o económica del proyecto. Pues, con ello me refiero particularmente a la cuestión espacial que es al fin y al cabo lo que nos aqueja. Quisiera antes empezar citando dos brillantes ejemplos del siglo XIX que efectivamente son un espacio público completamente techado, pero simplemente no poseen puertas cerradas sino arcadas totalmente abiertas a la ciudad. Estos ejemplos son la famosa Galleria Vittorio Emanuele II, en Milán y la Galleria Umberto I, en Nápoles. Cabe decir que estas galerías fueron la antesala para el futuro desarrollo de los centros de consumo del siglo XX. A diferencia de los espacios actuales, la sensación espacial dentro de las galerías es completamente distinta a lo que sucede en el típico centro comercial que se encuentra herméticamente cerrado. Es posible pensar que sea producido por el contacto con el aire exterior, la luz natural, y hasta el ruido de sus calles lindantes que penetran en el lugar, otorgándole más vida social.




Volviendo ahora al proyecto concreto para la antigua estación en la costa de Tel Aviv, se ha planificado un proyecto de usos mixtos en el cual se generó tanto la parte comercial, típicamente de consumo, como también una parte cultural por medio de un museo dedicado a la historia de la estación. Ofrece en su mayoría espacios al aire libre y permite con ello un mayor disfrute de la luz del sol, del color azul del mediterráneo y de los diferentes colores del cielo. En definitiva se diseñó reutilizando los antiguos contenedores de las actividades ferroviarias para generar locales gastronómicos, como restaurantes y bares y con escasa cantidad de negocios de otro tipo. Estoy sumamente convencido de que ese espacio se vive como un lugar al mejor estilo de los estudios MGM de Disney (cartón escenográfico). Sin embargo, como hecho positivo a resaltar, aquel espacio específico posibilita que las dos variables en cuestión "espacio-tiempo" terminen siendo visibles y vivibles por la vista del consumidor, como del simple ciudadano que transita por el sitio.



Autor, Arquitecto Bryk Uriel                          



[1] Término acuñado por Marc Augé en, "Los no lugares, espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad".
[2] La antigua estación de tren de Tel Aviv-Yafo (primera y última imagen) que unía la costa litoral del mediterráneo con la capital Jerusalén desde la época del Imperio Otomano hasta el período del mandato británico. 
[3] Imagen de la Galería Vittorio Emanuelle (segunda imagen) por el acceso principal desde la Piazza di Duomo.

lunes, 31 de octubre de 2011

¿Liquidez Mediterránea?   
Pareciera ser que para varias cuestiones de la vida, el ser humano necesita de los extremos para poder identificarse en sociedad. También es posible notar, como en cada tipo de situaciones sin importar el tema o el motivo, debiera surgir una cierta polarización para que siempre exista ese claro "equilibro" del universo. Ahora bien, con la caída de la Unión Soviética, nos encontramos enfrentados ante la pérdida de esta bipolarización o "equilibro parcial" en el aspecto político global. A ello se le suma, un momento por demás particular que está sucediendo actualmente con las diferentes políticas de los países que componen las ciudades de la cuenca del mediterráneo.
En una época lejana, el Mediterráneo fue completamente parte del Imperio Romano, y de ahí proviene justamente su nombre derivado del latín "Medi-Terraneum", cuyo significado es, "mar en el medio de las tierras". Era una época, donde sus costas se encontraban controladas únicamente por ese vasto imperio. Luego, ya con el correr de los siglos y con el surgimiento de nuevas civilizaciones, aparece el Islam en la costa sur y en la costa este del mediterraneo durante el siglo VII-VIII D.C. De pronto, con el transcurrir de los siglos, se comenzó a bipolar parcialmente la cuenca del mediterráneo, y con ello, el modo de entender y la forma de habitar las ciudades que encierran este mar. Además de la ciudad clásica ya existente, derivada esta de las ciudades griegas y en donde predominaba la vida pública del ágora; surge una nueva tipología de ciudad, la ciudad islámica basada en una vida-interior encerrada y configurada a través de un patio. La nueva tipología se hallaba fundamentalmente lejos del contacto público y aun mas, de una búsqueda por el dialogo entre las personas. El patio musulmán se constituyó de manera funcional a ser el patrón religioso para el desarrollo de las futuras mezquitas, pero en ningún momento cumplió la función política de la plaza griega. En palabras del urbanista e historiador Chueca Goitia[1], "La ciudad musulmana está montada sobre la vida privada y el sentido religioso de la existencia, y de aquí nace su fisonomía. No puede, por tanto, confundirse con la ciudad pública…" y continua diciendo, "De aquí que las calles hayan resultado tortuosas, laberínticas e inverosímiles". Se puede suponer con esta cita, que la ciudad islámica conquistó por medio de la religión todo su espacio público a excepción del zoco o del mercado lógicamente, y es con ello, que la ciudad islámica se encontró completamente unida a su religión y desprovista de una vida en sociedad a la manera clásica aristotélica.
Hoy en día, es posible distinguir de manera clara, la división casi simétrica de dos grandes grupos que componen la cuenca del Mediterráneo. Por un lado se encuentran los países  comprendidos por España, Francia, Italia, Grecia y Turquía, como los países protagonistas del "Norte", y por otra parte los del "Sur", que se encuentran comprendidos por países como Marruecos, Algeria, Túnez, Libia y Egipto. Estamos haciendo foco concretamente sobre las ciudades costeras situadas en el continente europeo y africano respectivamente. Aunque luego quedarían, tres países situados en el continente asiático, los cuales encierran al mar en su parte este; que son, Israel, Líbano y Siria, con sus ciudades costeras respectivamente.

Luego de esta pequeña introducción un tanto histórica, geográfica y cultural, quisiera intentar  explicar el concepto que sugiere la frase "Liquidez Mediterránea". El concepto de la liquidez tal como lo explica Bauman[2] en gran parte de sus libros, es mas bien una metáfora para poder explicar de una forma clara, la pérdida de la noción del tiempo moderno y de todo lo relacionado con ciertos elementos sólidos que se estarían transformando hasta perder su estado original. Con este mismo pensamiento, se podría pensar que se estarían transformando también los modos de habitar las ciudades en las sociedades modernas. Si todo lo concreto y real, como sostiene Zygmunt Bauman, se estaría desvaneciendo en el aire, es posible reflexionar y notar, que vivimos actualmente en un momento de incertidumbre que está siendo paulatinamente conquistado por la inseguridad en todos los terrenos de nuestra modernidad. Ahora nos encontramos sin ciudades amuralladas visibles, pero de repente, la mitad del Mar Mediterráneo, o sea, toda su costa sur, se encuentra envuelta en una gran rebelión denominada "Primavera Árabe" contra sus regímenes teocráticos, mientras que la parte norte de la cuenca mira atentamente los entretelones que hay detrás esta particular revolución.

Ya han pasado varias décadas desde que las colonias han desaparecido de las costas del sur, dejando territorios "independientes" pero igualmente devastados en los que se pueden ver un gran vacío institucional y gubernamental. Como consecuencia de esta fracasada y desgastada colonización, se ha cambiado la forma de expoliar las costas de una manera menos visible. Sucede esta vez, mediante la extracción de los recursos naturales que se hallan en las profundidades de las costas, con la complicidad de los dictadores árabes, permitiendo que el norte mediterráneo viva hoy a costa de la materia prima africana. La cual es llamada por algunos como el oro negro o simplemente petróleo. ¿Qué pasará en las próximas décadas cuando se hayan consumido todos los recursos de la costa africana?
En nuestros días, los grandes movimientos migratorios causados por el fracaso de las colonias francesas, españolas e italianas en territorio africano, sumada a la alta natalidad musulmana por un lado y la insignificante reproducción europea causada por su alta calidad de vida por el otro lado; están produciendo que las calles de las principales ciudades costeras europeas sean conquistadas demográficamente por africanos que buscan mejores condiciones de vida en los países democráticos del norte. Tal es así, que la periodista italiana Oriana Fallaci ha popularizado el término de "Eurabia" para describir la situación actual que vive Europa en cuanto a la pérdida de su cultura e identidad, debido a la expansión demografía islámica. ¿Qué sucederá con las ciudades tradicionales costeras que viven plenamente de la calle y de la diversidad de culturas que otorgan esa discusión y dialogo con el que piensa diferente? ¿Desaparecerán todas las cuestiones públicas y políticas de las ciudades tradicionales por la conquista silenciosa del islam y por un mundo cada vez más virtual e irreal?

Los interrogantes que surgen son varios y las alternativas a implementar parecieran ser muy escazas. La "liquidez mediterránea" estaría condicionada, a mi entender, por la cuestión del tiempo lógicamente en una primera instancia,  pero principalmente por dos factores claves, o mejor dicho, por dos "ciudades-bisagras" que tendrían la responsabilidad de mantener ese "cierto equilibrio regional". La primera es Estambul, ya que cumple la función estratégica de ser la ciudad que divide Europa y Asia, con todo el trasfondo cultural y económico que ello conlleva, y la otra seria Tel Aviv, por ser la única metrópolis del litoral israelí de gran peso que se encuentra situada a muy pocos kilómetros de distancia de lo que conforma la división de Asia con África, permitiendo además, un tránsito comercial seguro por el canal de Suez, como a su vez, cumpliendo la función de ser una suerte de "enclave de seguridad" para contrarrestar, en cierta forma, este nuevo y repetido choque de civilizaciones en un mundo cada vez más líquido.


Autor, Arquitecto Bryk Uriel            


[1] Fernando Chueca Goitia, "Breve historia del urbanismo" Cap. Tipos fundamentales de ciudades.
[2] Zygmunt Bauman, "Modernidad líquida", "Amor líquido", "Miedo líquido"

lunes, 24 de octubre de 2011

Urbanismo Alimenticio


Comenzando por elegir correctamente nuestra alimentación diaria, podría ser una excelente contribución a una ciudad más saludable, más ecuánime y más sustentable a la vez. Pero ello por ahora, está muy lejos del pensamiento común de los habitantes de las grandes metrópolis del siglo XXI. Nos encontramos actualmente profundamente inmersos en una "sociedad de consumo", completamente subyugada por las nuevas modas de consumo masivo, como son, la televisión, la telefonía celular, Internet, los centros comerciales y el famoso Fast Food. Me detendré precisamente a analizar en este artículo, el tema especifico de la comida rápida y su relación con la ciudad moderna.
La comida rápida, nacida a comienzo del siglo XX es llamada en inglés "Fast Food", pero debería llamarse por su verdadero nombre, "Junk Food" comida basura en español. Su principal característica es no producir alimentación alguna, solo se encarga de producir costumbres globales relacionadas con una "vida basura". Este tipo de alimentación incrementa en gran medida el consumo irracional del automóvil y de los grandes centros comerciales por citar algunos ejemplos. La comida chatarra (Hamburguesas, Hot Dogs, Pollo frito) basa gran parte de su elaboración en productos derivados de animales, lo que conlleva a la necesidad de producir inmensas plantaciones de soja que son mayoritariamente para la alimentación del ganado. A su vez, se genera con ello, consumos extremos de agua solo para alimentar maquinas y animales que serán deglutidos por nosotros mismos en un futuro cercano. Además de ello, incentiva aún más la extracción y el consumo del petróleo aumentando la cantidad de vías de infraestructuras de transportes necesarias para barcos y  camiones.
El Slow Food[1] es un movimiento internacional creado a mediados de la década del 80' en Italia, el cual basa su manifiesto en promover la difusión de una nueva filosofía formada por la valoración del gusto y el conocimiento del placer de las comidas regionales, contraponiéndose rotundamente a la globalización de los gustos y la pérdida de las tradiciones gastronómicas locales. El símbolo del movimiento justamente es el caracol, emblema de lentitud, que permite enfocar y ser consientes de cómo y en que invertimos nuestro tiempo. Ha nacido como respuesta y como acción de protesta contra los hábitos desenfrenados y la vida vertiginosa del "Fast Life" de nuestros tiempos modernos, que ha modificando nuestra vida, continúa amenazando nuestro medioambiente y ha distorsionando completamente el paisaje natural.   
Podemos ver en la configuración de ciudades como Dubái o Las Vegas (ciudades hiper artificiales), donde se expanden muy rápidamente y la mayoría de sus inversiones justamente provienen del petróleo y de las multinacionales (empresas automotrices) que se aprovechan de los recursos del riquísimo continente africano, abuzando de él a nivel de agotar todos sus recursos no-renovables. ¿Y qué es precisamente lo que se busca generar con ello? Solo ciudades a-históricas, totalmente dependientes y sin producción de ningún tipo, solo en busca de la producción de ciudades-ejemplo del consumo extremo. En dichas ciudades-consumo, la comunicación entre ciudadanos en espacios sociales y públicos, como en espacios de compartimiento familiar al aire libre o en silencio de contemplación no se producen. Los espacios al exterior, donde se deberían efectuar el trabajo del cuerpo y de la mente no se generan, ni hablar de espacios que produzcan comida básica mediante huertos urbanos o cooperativas vecinales, algo totalmente indispensable para el futuro desarrollo de las ciudades en los años venideros.
Al ser humano en el último siglo lo han alimentando a base de todo tipo de residuos, generando en su defecto o mejor dicho, en su defecación más residuos, que son visibles mediante diferentes enfermedades y trastornos psicológicos que se produjeron en el último siglo. Es un círculo vicioso, donde el consumo de todo prevalece, sin permitir el mínimo tiempo para caminar o reflexionar de nuestra actividad diaria. Ya no existen más las plazas para pensar y compartir reflexiones con otros ciudadanos como las antiguas ágoras griegas. Para contrarrestar esta paupérrima alimentación, adoptemos el buen ejemplo que implementó Dinamarca en estos días, un impuesto a las grasas[2] y artículos azucarados como gaseosas y golosinas, habiendo prohibido ya en el pasado los productos con grasas transgénicas. ¿Tendremos que llegar a prohibir alimentos?
 
Una alternativa espacial posible, sería pensar nuevos espacios para que los ciudadanos generen una ciudad más contemplativa y reflexiva, una ciudad más joven de espíritu, sin barreras arquitectónicas, sin preponderar el auto sobre el peatón, ni barreras visuales o autopistas que cerquen guetos y dividan barrios, los cuales son los verdaderos muros de separación y las barreras de seguridad. El automóvil no debería ser el causante de la división de nuestras regiones dentro de las ciudades, la ciudad debería demarcar su territorio mediante la concentración o dispersión de sus diferentes usos y funciones. Citando un ejemplo concreto, para la villa olímpica de los juegos de invierno en Vancouver (2009), se propuso un nuevo barrio donde cada edificio pudiese tener su propio huerto y los árboles en las calles fueran frutales ¿suena muy utópico? ¿Es preferible dejar a un elemento tan poco humano y antisocial, como el automóvil, decidir cuáles son los límites de nuestras regiones? Creo que ese fue el gran error moderno, algo que el siglo XXI deberá tener que adoptar como objetivo fundamental a resolver. 
El "buen consumo", debería ser el de nutrirse de espacios energéticos, con nuevas situaciones y esplendidas visuales del paisaje exterior, como a su vez, de una alimentación básica más sana. Una solución rápida, podría ser aumentar la cantidad de mercados de frutas y verduras dentro de las ciudades para debilitar el consumo de tanto envoltorio plástico y para evitar que se continúen propagando los mega-supermercados y centros comerciales y a la vez con ello, disminuir el uso irracional del automóvil. También se podría incentivar a una vida urbana comunitaria, menos dependiente de cosas y objetos personales, y más dependiente en la diversidad de alimentos y de espacios sociales. Creo firmemente que hay que luchar por un continuo fortalecimiento del espacio público que se encargue de mejorar las infraestructuras para un transporte público ejemplar, privilegiando además ciertas regiones para un cultivo comunitario.
Hemos llegado a un punto tal de concentración y densidad dentro de las ciudades modernas que la orientación, iluminación y ventilación, elementos básicos para una buena calidad de vida, pasaron a ser hechos anecdóticos, algo que ha sido prioritario tan solo en los comienzos del siglo XX. Parecería que a nadie le importa si un edificio genera sombra sobre el vecino o sobre la calle misma, no hay tiempo para pensar en eso, hay que seguir construyendo! ¿No deberían cumplirse las restricciones de alturas o en su defecto, realizar estudios detallados de la repercusión que generan las sombras sobre el espacio de todos? Propongo enérgicamente comenzar por lo menos a reflexionar en busca de las diferentes alternativas que se centren en generar más luz urbana, más vida social y menos consumo basura, menos dependencia mecánica, y con ello, seguramente menos enfermedades. 
Autor, Arquitecto Bryk Uriel                               


[1] Movimiento Slow - http://movimientoslow.com/es/filosofia.html
[2] Artículo publicado en la sección iEco del diario Clarín el 17.10.2011

lunes, 17 de octubre de 2011

El experimento Bell


Un hombre de unos cuarenta años de edad, de mediana estatura, pelo castaño y ojos claros se encuentra sentado en la estación del metro de L'Enfant Plaza, en Washington DC en una fría mañana de enero. De repente, se lo ve desenfundar de su valija personal un instrumento musical. Comienza a tocar ante la indiferencia de la gente que lo rodea. Pasado un par de minutos, se acerca la primera persona, un señor elegante de unos sesenta y cinco años, este le arroja un par de monedas y sigue su paso, no se detiene. Tampoco pierde tiempo en mirar al músico callejero.
Los minutos pasan, cientos de personas ansiosas corren apuradas, hay empujones, gritos, pareciera que ninguno quiere perderse el próximo metro para llegar a horario a su trabajo. Por su parte, el músico se encuentra ahí en su lugar, firme y tranquilo con su violín entre sus manos, el cual le permite ganarse la vida diariamente. De repente se acerca un pequeñín de unos tres años y se queda alucinado unos cuantos segundos ante los pies del violinista sin omitir palabra. Cuando de repente, su madre lo sacude del brazo con fuerza imposibilitando decir nada. En ese momento se oye una pieza de Bach, el niño gira su cabeza continuando su mirada fija sobre el músico hasta perderse en medio de la muchedumbre. Pasado ya un cuarto de hora del arribo del músico, la cantidad de personas que transita por la estación no cesa ni un instante, son las 8:30 de la mañana en la capital y cada vez más gente comienza su semana laboral.
Pasan los minutos, un joven apoyado en una pilastra de la estación parece estar atento a la música clásica rimbombante, se lo puede ver disfrutando de un cigarrillo y un café. Mira su reloj y parte sin remordimientos al terminar su cigarrillo. Son pocos las monedas que se pueden ver en la funda del músico. Una mujer se detiene delante de él, parecería ser la excepción, le estaría tirando unas cuantas monedas, pero no es más que un mísero dólar. La mujer se retira con una sonrisa. Pasada ya la media hora desde la llegada del violinista a la estación, se acerca a la escena otro niño, esta vez de la mano de su padre. Este no le permite detenerse ni siquiera un segundo a escuchar el bello sonido desplegado del violín, el pequeño gira la cabeza, mira hacia atrás y sigue caminando junto al adulto.

Son las 8:55 de la mañana, otra mujer se detiene ante el violinista. Porta un sombrero negro, se la ve emocionada y estupefacta, atónita como si hubiera visto a un fantasma, parece reconocer algo en él, le deja un billete de 20 dólares. La mujer continúa emocionándose a cada segundo, se le puede ver en sus mejillas unas cuantas lágrimas. La gente sigue transitando sin cesar, son cerca de las 9:00, horario pico en todos los metros de la ciudad. La música se detiene en un instante, la mujer se sorprende ante el silencio musical, no se escuchan ni aplausos ni ningún tipo de reconocimiento al músico. En cambio, a la mujer se la puede ver acongojada e inmóvil como si le hubiesen quitado el juguete a la niña que dejo de ser años atrás.


Pasado unos días del hecho, se publica en el diario Washington Post, una nota titulada "El experimento Bell". Joshua Bell era el músico que estuvo tocando de incógnito, unos 45 minutos sin cesar en la estación del metro más de seis piezas de Bach con su flamante Gibson Stradivarius tasado en más de tres millones de dólares. Bell es uno de los violinistas más reconocidos a nivel mundial. Nadie ha reconocido al músico, a excepción de la mujer de sombrero negro. Recaudó en total 32 dólares en el tiempo transcurrido en la estación, de las más de mil personas que transitaron en ese momento, seis personas se frenaron y lo oyeron unos segundos y veinte personas le dejaron unas cuantas monedas sin detenerse ni un segundo. El resto paso indiferente por delante del violinista.

El experimento social que se realizó estaba basado en la percepción, el gusto y las prioridades de las personas. El objetivo era poder analizar si en un ambiente banal e inesperado y a una hora inapropiada podemos percibimos la belleza sin ningún encuadre. ¿Nos permitimos un mínimo de tiempo para apreciar algo fuera de su contexto? ¿Es posible reconocer el talento en un espacio fuera de su ambiente cotidiano? Pareciera a simple vista que no. En las situaciones en que el marco o el encuadre pasa a ser casi invisible e imperceptible para los ciudadanos, como suceden en los lugares de paso o de gran movimiento; como ser: en las calles, autopistas, aeropuertos o estaciones de metro; la arquitectura, el espacio y la belleza en general pierden importancia debido a que el tiempo pareciera ir más aprisa que los sentidos humanos básicos. ¿Será que necesitaremos todo el tiempo de un encuadre que nos acote visualmente, como sucede en el cine, teatro o televisión para disfrutar de las cosas?
Con esto creo, que tanto el urbanismo como la arquitectura y el cine, generan encuadres que inducen la manera de la personas de ver las cosas, transmitiendo a su vez, cierta información y pensamientos de un cierto lugar. El movimiento que por definición física, es la relación entre el espacio y el tiempo, condiciona la manera de percibir las cosas. Un elemento estático puede pasar muy fácilmente a ser un elemento dinámico, produciendo un cambio en el sentir del espacio. La concepción espacial en la época renacentista era unidireccional, debido a la invención de la perspectiva. Luego esta perspectiva fue transformada posteriormente en un espacio multidireccional durante el periodo barroco. El encuadre se amplió, a la perspectiva primaria de un solo punto de fuga se le sumaron otros puntos de vista. Había mayor información para divulgar y transmitir al ciudadano analfabeto.  La iglesia había conquistado el espacio público de la ciudad mediante el urbanismo y la  arquitectura (catedrales, monumentos, plazas, fuentes) y por medio de la promulgación de la propaganda fide, evangelizó a los diferentes pueblos que iba absorbiendo.

Es penoso y triste pensarlo pero me surge la siguiente pregunta: ¿Será posible que el IPhone sea el nuevo encuadre que tendremos que usar para poder disfrutar de algo bello en este mundo ya casi fuera de contexto? La famosa frase del arquitecto estrella, Rem Koolhaas, "Fuck the context" parecería tener más vigencia que nunca, ya que se estaría evaporando todo el espacio público social por una urbanidad cada vez más liquida y sin contexto de ciudad.  

Autor: Bryk Uriel     

lunes, 10 de octubre de 2011

 

La ciudad sin autos en el día sin perdón



Tel Aviv, Sábado 8 de Octubre de 2011, la ciudad se encuentra sin autos en el día del perdón, dando lugar a un día cuasi perfecto, y porque digo cuasi?, por la simple razón de tener que ayunar en el Yom Kipur (día del perdón del judaísmo) y no poder disfrutar del todo y ser consiente de un hecho semejante.

Un día perfecto, en cambio, sería disfrutar de todo el espacio público que es liberado por el denso transporte habitual, y con ello, re-funcionalizar el espacio libre resultante con diferentes actividades lúdicas, como pueden ser; degustaciones de comidas barriales (mercados al aire libre), charlas urbanas, cine urbano, obras de teatro al aire libre o bien el disfrute del sol y el mar en una ciudad costera como Tel Aviv sin peligro de ser pisado antes de llegar a tocar la arena. El compartir una mesa en compañía de buenos amigos en el medio de la autopista principal del país (Hayalon) libre de humos y ruidos nocivos, podría ser un banquete inolvidable para muchos, o por lo menos para mí lo es. En fin, el "día perfecto" está muy lejos de ser el "día del perdón", pues en mi consideración, no se cumple en el espacio público ninguna de las actividades citadas anteriormente, y así, el espacio temporalmente ganado por tan solo 24hs queda vacio, neutro, estático y sin vida, pareciéndose más a una ciudad al mejor estilo Hollywoodense, tal como lo retratara la película "Vainilla Sky".  La ciudad, en cambio si pudiera gritar, estaría pidiendo la velocidad y el ruido del tránsito alocado diario, preferiría sentir ella el movimiento y sus continuos cambios, que al menos otorguen signos de vida, a una ciudad completamente vacía y estática o casi moribunda.

La reflexión a la que llegue luego de hacer mi paseo por la ciudad casi vacía es la siguiente: Si como ciudadanos, ¿nos preguntamos acerca del espacio que ocupan los medios de transporte en nuestras ciudades contemporáneas? y en caso afirmativo, ¿nos damos cuenta que nuestras ciudades están sobredimensionadas en función del automóvil y los transportes públicos? La ciudad en mi opinión, ha dejado de ser reflejo y semejanza del ser humano, como se podían suponer que eran las ciudades hasta antes de la Revolución Industrial. Han pasando a tener una dimensión tanto en sus calles como en sus edificios, sumamente anti-ciudadana y completamente fuera de la escala humana (antítesis de la época del Renacimiento).

Si el espacio quedara temporalmente libre de transporte aunque sea un par veces más por año, se podrían reutilizar o reciclar dichos espacios devolviendo la escala humana a la ciudad, mediante eventos puntuales que recuperarían la ciudadanía en espacios donde fueron comidos por las maquinas modernas. La ciudad sin autos, sin poder disfrutarla en toda su dimensión, en este caso ayunando y no con todos los sentidos funcionando, es en mi humilde opinión, un día sin perdón, ya que no nos podemos permitir de ningún modo el renunciar al goce de un día con tanta libertad ciudadana.  
Autor: Bryk Uriel