No, no, no, no,
no, no, no puede ser, nooooo! No puedo chequear mis mails, no puedo mandar
mensajes de textos, nada funciona hoy. ¿Qué es lo que está sucediendo? ¿Es culpa
de mi nuevo Smartphone? ¿Qué noticias importantes me estaré perdiendo? Creo que
no puedo trabajar en esta situación. A lo mejor si vuelvo a chequear ahora internet
funciona…No, no, no…
La nueva fobia
urbana "nomofobia", es un síntoma mundial que está adquiriendo
cada vez más adeptos. El sentimiento del "vacío social" producto por
la incapacidad de estar conectado en ciertos momentos a las redes sociales
abunda cada vez más entre la población. ¿Cómo controlar la obsesión de querer y
no poder ser parte de la comunidad virtual? El reciente caso de la caída de
los BlackBerrys que sucedió en todo el mundo durante un par de días del mes
de Octubre de 2011, refleja perfectamente la nueva fobia que impera en el nuevo
siglo. ¿Pero cómo influiría esto en la ciudad y en el ciudadano? Si se toma
como lo "real" a lo que se observa a diario por medio de las
pantallas de los dispositivos, es posible comprender que cuando ello no ocurre,
comienza la desesperación y obsesión por tener acceso a la red y no poder ver
la realidad. Estos nuevos productos están produciendo que la gente viva más
alejada de su contexto físico, la calle, la ciudad (intercambio social) serían sin
dudas las más perjudicadas. El ser humano se está desconectando paulatinamente de
la ciudad y de la vida social a causa de no poder despegarse de esos perversos
aparatos. En vez de disfrutar del cielo, los árboles y la arquitectura de la
ciudad, toda la vida parece estar transmitida a través de estos aparatos. Es posible
que todo vaya muy deprisa por medio de las múltiples conexiones virtuales, pero
lo concreto es que no sabemos hacia dónde nos dirigimos, ni con quién y cómo
nos relacionamos. Tampoco estamos plenamente consientes de cómo nuestra vista
perceptiva de las cosas se transforma año a año. La siguiente cita esclarece en
parte este concepto sobre la percepción de los objetos urbanos: "La existencia comercial moderna enturbia
la cuestión acerca de lo esencial. A medida que nuestros medios tecnológicos se
multiplican, ¿maduramos o más bien nos atrofiamos desde un punto de vista
perceptivo? Vivimos nuestras vidas en espacios construidos, rodeados de objetos
físicos. Sin embargo, habiendo nacido en este mundo de cosas, ¿somos capaces de
experimentar plenamente los fenómenos de su interrelación, de obtener placer de
nuestras percepciones?"[2]
Sumado a esto
último, los objetos que hacen parte de nuestra vida cotidiana han dejado de
tener relación con las funciones vitales humanas, y su diseño formal ya no
refleja la esencia funcional. El "ser urbano" (no está referido a
Gastón Pauls) se encuentra en una disyuntiva de tener que lidiar con los
efectos nocivos impuestos por las nuevas tecnologías por un lado y por no
perder las históricas relaciones humanas por el otro. Si el siglo XX ha sido el
icono de la urbanización en detrimento del campo, ¿Ocurrirá en el XXI por medio
de las nuevas tecnologías de información y comunicación (TIC) el proceso
inverso, es decir, el movimiento de la ciudad al campo al no tener la necesidad
física del contacto humano? Las nuevas ofertas laborales vía Internet abundan
cada vez más en el mercado por medio de programas computarizados junto a los nuevos
modos de comunicación que no dejan de corroborar la poca importancia de lo
físico y lo material. El lugar de trabajo como el estudio, la oficina y hasta
el supermercado están perdiendo consistencia material en la nueva era
tecnológica. "Ahora tenemos una nueva generación de productos en los que la
forma no tiene relación alguna con la función. Fíjate en algo como un IPhone,
piensa en todas las cosas que puede hacer. En los viejos tiempos de los
"productos analógicos", los no digitales o electrónicos, algo como
una silla o una cuchara, la forma se relacionaba con su función, de modo que si
eres un marciano que no ha estado nunca en la tierra ni ha visto antes ninguna
de las dos cosas, puedes adivinar a grandes rasgos lo que puedes hacer con
ellos: sentarte o comer, sólo por la forma del objeto y lo que parece. Todo
esto ha sido aniquilado por el microchip, de modo que los diseñadores se están
apartando de la cultura de lo tangible y lo material hacia la creciente cultura
de lo intangible e inmaterial, y esto impone una enorme cantidad de tensiones y
conflictos en el diseño." [3]
Para concluir con este pequeño
artículo, quisiera mencionar que el gran problema de los productos generados
por las nuevas tecnologías, es un tema que se está investigando en diferentes
especialidades sociales, no solamente en las áreas del diseño y el urbanismo. Lo
virtual y lo intangible producto exclusivo de la era de la globalización estarían
tomando el control absoluto en este comienzo de siglo, dejando de lado lo
material y por ende debilitando lo "local" de cada lugar. Las
ciudades cada vez se parecen más entre sí por medio de objetos repetidos sin
importar el contexto en el cual se sitúan (autopistas urbanas, centros
comerciales, aeropuertos, barrios cerrados, torres de oficinas), pero el
ciudadano paradójicamente, se identifica cada vez menos con el lugar donde
habita y con sus conciudadanos.
[1] El prefijo "nomo" viene de No-mobile
(no celular en inglés) según una reciente investigación de un grupo de psicólogos españoles sobre los efectos nocivos
de la nueva tecnología celular.
[3]Alice Rawsthorn, Design Editor, International Herald
Tribune en el documental Objectified de Gary Hustwit
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